Tu mente, con encono la abonaron
con mentiras sembraron la cizaña
tus recuerdos segaron con guadaña
y con rencor tus labios me acusaron.
Ni lágrimas ni ruegos te ablandaron
te venció la cizaña engañadora
levantaste tu mano acusadora
y con desdén, tus dedos me apuntaron.
Me dejaste deshecha y sin consuelo
por tu cordura suplicando al cielo
y en mis labios rezando una oración.
Mi corazón dolido por la pena
y mi boca cerrada con cadena
otorgó sin palabras el perdón.