Qué cerca se me antoja el infinito
y a la vez qué penoso y qué lejano,
como tu amor, que pende de un hilito
y se rompe al tocarlo con la mano.
Se me incendia la sangre cuando evoco
lo falso de tus besos y caricias
tu necedad me mata poco a poco
y con tu voz superflua me desquicias.
Se te cayó la máscara y perdiste
y tu embeleco ya no me encarcela,
porque te descubriste tal cual eres.
Y no recuerdes que me conociste
olvídate de tanta cantinela
y nunca más me digas que me quieres.
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