Querías que el otoño fuera
eterno
que su manto la noche no
tendiera
y atrás dejaste otoño y
primavera
notando ya el rasguño del
invierno.
Quisiste un universo
sempiterno
ansiando que la vida no te
hiriera
trepaste lenta la última
escalera
y te abrieron las puertas
del infierno.
Rozándote la cara un viento
helado,
aceptaste tu último destino
tornando a las alturas lo
prestado.
Y sin poder siquiera
estremecerte
te amortajó al final de tu
camino
la frigidez perpetua de la
muerte.
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