La vi dormida en tálamo de escarcha
nunca mis ojos
vieran su agonía
ni la angustia temprana de su marcha,
ven conmigo, acompáñame, decía,
y busquemos la luz, la libertad,
mientras su frente de dolor ardía.
Buscó las puertas de la inmensidad
en dulce vuelo cuando aún dormía.
Como un ángel de espléndida hermosura
ascendió deslumbrante cual lucero,
y se llevó consigo la escritura
de una carta, de amor fiel y sincero,
firmada con tres besos de dulzura
y húmeda por el llanto de un te quiero.
De la Antología "Poética en Gredo"
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